jueves, 3 de mayo de 2012

El comisariato ideológico K o la penalización de la sospecha.



Cuando es necesario cuidarse y/o aclarar a cada paso lo que uno piensa y dice acerca de determinados temas es que, lamentablemente, volvimos a tiempos y modos que creíamos superados: los tiempos de la penalización de la sospecha. Reaparecieron en estos diez años  controladores del pensamiento, verdaderos pesquisadores de intenciones, que nos recuerdaban aquel Ministerio de la Verdad que inmortalizara George Orwell en su libro 1984. Gradual y casi naturalmente, iban apareciendo nuevos controladores; junto con otros, unos viejos conocidos que no tienen siquiera la disculpa de la juventud; viejos (pendeviejos) conocidos que volvieron a las andadas; eso sí, todos -nuevos y viejos controladores- con mucho poder; y dinero. 


 El adversario político fue transformado en enemigo del Gran Proyecto; o periódicos que sirvieron a todos los gobiernos, a todos, incluidos los militares, fueron transformados en peligrosos conspiradores contra el Gran Proyecto. Se le veía “la pata a la sota” en sus sectarios programas de televisión, en sus troikas culturales plagadas de cuidadores de la pureza ideológica, en el gesto fiero increpando al “enemigo” aún en el propio Congreso de la Nación tirando papelitos como en la cancha, en algunos fanáticos imberbes con estilo de “barra brava”, o en los “escraches” y en notorios periodistas-militantes vinculados al gobierno. Y se notaba, el comisariato, sobre todo en el lenguaje. Todo gobierno autoritario/autárquico empieza, indefectiblemente, por endurecer el lenguaje.
Kundera puso en ficción algo que sucedía en la realidad de regímenes autoritarios. Por caso, cómo una broma sobre algo sagrado para los totalitarios comunistas (la supuesta Gran Marcha hacia la Sociedad sin Clases) podía terminar con el bromista (libro La Broma) en Siberia. Una simple broma, un comentario casual que pusiera en duda la infalibilidad del Gran Hermano podían llevar al desacatado al exilio o desatar la persecución ideológica que terminaría haciéndole imposible la vida en esa comunidad -desde perder el trabajo (¡si lo sabrá uno!)- hasta cargar con la sospecha de familiares y amigos que se alejarían del sospechoso como de un apestado; para terminar -el desacatao- en el exilio interior o, lo más común, en la cárcel o en la expatriación.
En La  Insoportable levedad del ser a su vez, Kundera describe cómo un promisorio médico checoslovaco por un insípido e ingenuo comentario deslizado en un escrito de su actividad podía terminar con el médico en el exilio.
Eduardo Galeano relata lo mismo pero en clave argentino-uruguaya. Cuenta, dolorosamente, como la dictadura de 1976 empezó con el comisariato ideológico (tenían que enviar los artículos antes de ser publicados) y terminó en persecución lisa y llana. Y en el exterminio del adversario/enemigo. En especial a los que integraban la revista. “El monopolio del poder y la palabra condenaba al silencio al hombre común. Era el fin de Crisis. Poco podíamos hacer, y lo sabíamos” (Noches de Amor y de Guerra).
Pero los que han inmortalizado el Comisariato Ideológico han sido Kafka y Orwell. Sus libros le hacen sentir a uno que hay un Gran Hermano que no deja de vigilar lo que uno dice o hace o escribe o donde va o con quien anda. Y que en cualquier momento el Ciudadano puede ser víctima de El Proceso producto de una acusación de la cual no puede defenderse. No puede defenderse porque no hay un cargo concreto. Puesto que el Gran Relato, el Hombre Nuevo, la Revolución, el Modelo, la Gran Marcha hacia el Porvenir son en realidad entelequias, delirios que ni siquiera llegan a ser utopías (lugar que no existe), la acusación también es una entelequia; es una mera sospecha de la cual es imposible defenderse. ¿Cómo se defiende uno de la sospecha de atentar contra algo que no existe? Por eso nunca hay un cargo concreto. Es la mera sospecha lo que se persigue. Es la intención lo que se pena. Se es culpable ab initio por no adherir al Gran Relato.
Las dictaduras militares que asolaron nuestro país ni se molestaban en la pesquisa ideológica: directamente exterminaban a los opositores. Lo dijo Saint Jean (que oficiaba de gobernador de la provincia): “Primero mataremos a todos los subversivos, luego mataremos a sus colaboradores, después… a sus simpatizantes… y finalmente a los tímidos”. Y lo repitió Videla hace muy pocos días.
Estos son exterminadores. Directamente. Por eso la pesquisa ideológica es una asidua tentación del otro extremo, el extremo “progre”. Pablo Giussani (Montoneros, la soberbia armada) describe cómo veían los guerrilleros argentinos al resto de los mortales (que éramos mayoría) civiles desarmados que “por debilidad”, decían, no asumían la vida heroica de los guerrilleros. Dice Giussani: “Había dos patrones de medida, uno para evaluar a los que pertenecían a las orgas (armadas) otro para los extraños. En su visualización de estos últimos, de los extraños, y aunque se tratara de aliados o amigos, el montonero percibía sólo deficiencias, debilidades, modos de ser propios de una humanidad subalterna”.
¡Una humanidad subalterna, degenerada, humanidad decadente de la cual Los de Adentro, Los que son del Palo (Aliverti dixit), nos salvarán a través de la Gran Marcha!
Y para terminar transcribo algo que no les gustará nada a los autoritarios hoy en retirada pero con intención de volver: “En el imperio del kitsch totalitario las respuestas están dadas de antemano y eliminan la posibilidad de cualquier pregunta. De ello se desprende que el verdadero enemigo del kitsch totalitario es el hombre que pregunta. La pregunta es como un cuchillo que rasga el lienzo de la decoración pintada para que podamos ver lo que se oculta tras ella” (Milan Kundera, La insoportable levedad del ser).


 

1 comentario:

  1. Estimado Norberto: he leído varios de sus artículos, que me parecieron muy interesantes. Respecto del peronismo, su visión es prácticamente igual a la mía -aunque su visión mucho más desarrollada- y deseaba hacerle una consulta, pero en privado. Sólo que no hallo forma de contactarlo. Mi correo es alejandrocardoso@yahoo.com. No es necesario publicar este comentario. Mis saludos.

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