martes, 4 de septiembre de 2012

Síntesis del libro: El peronismo y la incógnita del país inacabado.


17 de octubre de 1945

"Quién no entiende al peronismo no entiende al país". Esto decía, hace algún tiempo, el prestigioso científico argentino Mario Bunge. Y reconocía que en su momento no supieron, él y muchos intelectuales antiperonistas, aceptar y comprender ni a Perón ni al peronismo.

Puede afirmarse sin demasiada exageración que para conocer lo que le ocurrió al país en los últimos años hay que saber qué le ocurrió al peronismo. El peronismo recorre desde su origen el espinel de la vida nacional de la segunda mitad del siglo XX. Eso lo reconocen muchos autores, en especial extranjeros, que estudian al peronismo. Dice uno de ellos acerca de su investigación sobre nuestro país: “La intención de este libro es estudiar uno de los capítulos de la Argentina. En ese capitulo, explicar el peronismo fue sinónimo de explicar la Argentina”. [1]



Dos proyectos en pugna: el Proyecto del 80 y el Proyecto Justicialista plasmado en la Constitución de 1949.

Hubo, según mi opinión, dos proyectos abarcadores y nacionales aunque ninguno llegó a plasmarse del todo: el Proyecto del 80, basado en la derrota de los caudillos federales, en la Constitución de 1853 y en los principios liberales predominantes en Europa y estructurado como un capitalismo dependiente, colonial, que tenía a Inglaterra como potencia dominante y receptora de nuestras materias primas, por una parte, y por la otra, el Proyecto nacional-justicialista plasmado en la Constitución de 1949 que venía, luego de la 2da. Guerra mundial, a reemplazar aquél proyecto del 80, proyecto por entonces ya terminado o en vías de terminar como consecuencia de nuevas situaciones:

-Causas nacionales como la integración de los inmigrantes o el advenimiento de los trabajadores a la cosa pública.

-Causas internacionales: un nuevo orden mundial emergió de las dos guerras mundiales (14/18 y 39/45) y dejaba anacrónica la alianza de los factores de poder de nuestro país con Inglaterra. Emerge un nuevo imperio: los EEUU. El Proyecto del 80 había sido un proyecto “para pocos”, que fue definido (pese a los reiterados intentos de algunos actuales comunicadores de revalorarlo) como de vacas gordas, obreros flacos y pueblo ausente.

“Durante sesenta y tres años, de 1883 a 1916 la oligarquía gobernó el país sin más inconvenientes que el choque de ambiciones y de codicias de sus propios constituyentes. El gobierno cesante elegía al gobierno entrante. El pueblo no era nada más que un productor de riquezas para otros. El país progresó exactamente en la medida que le convenía al extranjero y a su mediador nacional. El extranjero se reservó el mando directo de las vías de comunicación y de transporte y dejó a la oligarquía la tenencia efectiva de la tierra”, dice dice Scabrini Ortiz.*

Sin perjuicio de que el Proyecto del 80’ hiciera avanzar al país en sus números macroeconómicos, lo cierto es que estaba ya agotado cuando surge el peronismo. Hipólito Irigoyen había dado el primer gran golpe contra el proyecto oligárquico incorporando a la vida política al hijo del inmigrante y de las dos guerras mundiales emergió un nuevo orden mundial que dejaba anacrónica la alianza de los factores de poder de nuestro país con Inglaterra.

El Justicialismo era el Estado de Bienestar que Europa instauraría años después.
El “Estado del bienestar” trajo a Europa casi cincuenta años de desarrollo luego de su destrucción casi total producto de la 2da. guerra mundial. Lo que Europa montaba a partir de la segunda guerra mundial ¡ya era en nuestro país una realidad desde 1943 hasta 1955! Veamos cómo describe al “estado de bienestar” europeo uno de sus mayores tratadistas y comparemos honestamente si no parece una descripción del justicialismo fundacional: “Las demandas sociales a favor de una intervención del estado procedían de distintos sectores: de las organizaciones de los trabajadores –partidos y sindicatos-(…), de la clase empresarial, que quería contratos con el estado y su protección frente a la competencia extranjera; de los segmentos profesionales y administrativos de las clases medias, interesados en ocupar puestos de trabajo en el sector público (incluyendo escuelas, hospitales y otros servicios); y de los campesinos, ansiosos por recibir subsidios estatales y tarifas proteccionistas”.[2]

Los logros justicialistas como la protección social, el IAPI, los barrios obreros, los sindicatos, las escuelas, los hospitales, la industrialización con el diferencial de renta agraria, el ascenso social de los trabajadores y las clases medias, la integración social, pueden pasar perfectamente por logros del “estado de bienestar” europeo.

Todos los autores que estudiaron el Estado de Bienestar describen una situación similar a la que intentó el peronismo de los 50’ sosteniendo que aquellos trabajadores tenían ahora la oportunidad de comprar sus viviendas y adquirir bienes de consumo duraderos como coches, o electrodomésticos y sostiene que las políticas sociales se diseñaban para que los trabajadores recibieran la protección del estado en dos áreas clave, la de las transferencias sociales (en forma de subsidio al desempleo, ayudas a la adquisición de viviendas, enseñanza, sanidad y seguro social) y la de la regulación del mercado de trabajo (con el propósito de proteger la estabilidad en el puesto de trabajo).

El Estado intervencionista era el factor fundamental del “estado de bienestar europeo” y es también uno de los ejes sobre el cual pivoteaba el gobierno justicialista con los Planes Quinquenales pergeñados por Perón y su ministro Figuerola.

La instalación del Estado del Bienestar justicialista a continuación del Proyecto del 80 hubiera sido muy útil para el país. Ése era el camino correcto. Lo que transitamos, en cambio, fueron golpes de Estado, gobiernos débiles, máscaras y/o caricaturas de lo que pudo y debió ser. El 17 de Octubre de 1945 se iniciaba una etapa que hubiera, no tengo dudas, conformado otro país. Pero no fue así. La contumacia de los sectores de la burguesía oligárquica y en especial los factores de poder que habían mandando en el país durante tantos años no pudieron soportar el advenimiento de un nuevo orden basado en el intervencionismo del Estado y el ascenso de la clase trabajadora; se lamentaban de la fuerza de los sindicatos que venía junto con el aumento del consumo y la demanda agregada; tampoco soportaron una política exterior independiente.

Como dice una autora, el odio desatado al advenimiento del peronismo lo era en algunos sectores –pequeños comerciantes, profesionales, clase media- más por motivos estético-sociales que por motivos económicos o políticos. “En realidad el peronismo lesionó a las clases medias menos en sus intereses económicos, y más, mucho más a través de sus pautas éticas y sus modelos culturales. En efecto, fue la supuesta ‘incultura’ del peronismo, esa ‘barbarie’ que asomaba en sus rasgos contraculturales y plebeyos, lo que más fastidiaba y afectaba la tranquilidad amenazada de las clases medias, más que nunca identificadas con los patrones culturales y estéticos de la cultura oficial, con el ‘buen gusto’, con la ‘cultura decente’.”*

El primer fracaso: el golpe de 1955.

Luego del cruel bombardeo a civiles indefensos en junio de 1955 viene el golpe de Estado de setiembre de 1955 que Perón (una incógnita para la historia) no quiere detener. Pudiéndolo hacer, militarmente. Ese es un nudo de la historia poco estudiado por los historiadores profesionales.
La lucidez de Abelardo Ramos vio lo que se venía: una situación de empate absurdo y retardatario entre los dos Proyectos: “Si la Revolución Libertadora implica un retroceso, aunque en modo alguno el retorno al punto de partida, o sea el 3 de junio de 1943, tampoco llega la oligarquía a realizar su programa hasta el fin. El crecimiento del país y los grandes intereses industriales creados impiden esos propósitos de Rojas. De ahí que los libertadores (se refiere al golpe de Estado de 1955) se sientan tan frustrados como los peronistas. Ni la vieja Argentina ni la nueva logran vencerse de modo completo”.

La decadencia irremediable del país empieza allí, en setiembre de 1955. No busquen los politólogos en otro lado. Ya vimos cómo comienza una política errática en lo político y lo económico. Cómo se pierde el rumbo como país. Proscripción de las mayorías populares, golpes de Estado, asonadas, componendas entre gallos y medianoche. Baste pensar que mientras teníamos al mejor estadista de la mitad del siglo XX exiliado en Madrid (paseando los perritos) en Argentina fueron presidentes: Aramburu, Onganía, Levingston, Guido, Lanusse…


El segundo fracaso: el golpe de Estado de 1976.
El segundo fracaso del peronismo fue no poder continuar en los años setenta la revolución social interrumpida en 1955. Perón volvía como el garante de una Argentina unida y solidaria. Descarnado. Cultísimo por sus años de estudio y contacto con los grandes líderes mundiales. Pero viejo y enfermo. Y allí éramos nosotros, la generación de los sesenta, los que debíamos tomar la antorcha. Que era, por otra parte, lo que el mismo Perón y la vieja generación peronista pedían.

Lamentablemente unos pocos jefecitos mesiánicos originados en la Juventud Estudiantil Católica y la Acción Católica (Firmenich, Ramus, Abal Medina, Mazza) constituyeron la organización militarizada Montoneros, (del ERP y Cia. no me ocupo ya que su ideología era marxista-leninista cuando no trozkista y nunca tuvieron nada que ver con el ideario nacional y popular del peronismo, tema del cual me ocupo en esta nota). Montoneros fue una organización que

a) militarizó la política,

b) promovía la toma del poder por las armas

c) trataron de imponer un difuso “socialismo nacional”.

d) Trataron de copar la conducción del Movimiento justicialista.

Los miembros de esta guerrilla urbana se habían incorporado al Movimiento Nacional Justicialista por propia decisión (carta de Montoneros a Perón del 9/2/1971 dándole cuenta de la muerte de Aramburu). Nadie los llamó. Y conspiraron grandemente contra ese proceso que se iniciaba en los setenta. Frustraron, con su infantilismo pseudo revolucionario, no sólo a Perón, quemando sus últimas fuerzas, sino al gobierno justicialista y, de paso, a toda una generación. Para apreciar el delirio de esta minoría he cotejado los datos sobre la juventud de esa época (que me atañe): según el Indec, antes de su actual destrucción, los jóvenes entre 20 y 40 años éramos en los 70’, 6.900.000; demasiados para ser frustrados por unos pocos cientos de delirantes, muchos de ellos en el actual gobierno), una generación entera aspiraba a una justicia social; como nunca masivamente se había dado en la juventud de clase media que habían decidido acompañar a los trabajadores que eran peronistas. Así lo describe otro integrante de la generación de los ’70:

Y con todo respeto por los luchadores de
aquellos años, hermanos con los que compartí sueños e ideales, quiero
ahora arriesgar una hipótesis que sé que traerá escozores, pero que me
parece debemos afrontar, al menos como una posibilidad más en el debate.
Montoneros no fue la izquierda del Peronismo.
En los años 70, fue el intento neoperonista más lúcido para
subordinar la clase trabajadora a una conducción pequeño burguesa
radicalizada y terminar con el mito y con la conducción de Perón. Tanto
Montoneros como otras organizaciones armadas y en especial, a partir del
momento en que pretenden erigirse como conducción del proceso, se
manifiestan como un fascismo de izquierda…(Jorge Rulli, www.bitácora-global.com.ar 15/4/2006).

El Peronismo actual.
Lo que viene luego del cruento golpe de Estado de Videla y cía. es un peronismo difuso, contradictorio, y que en más de una ocasión pierde el rumbo de lo que fue su impronta original. Luego de los golpes de estado de 1955 y 1976 (en ambos gobernaba el peronismo), de la muerte de Perón, del fracaso del gobierno de 1973 y de la debacle electoral de 1983, se imponía una reflexión profunda de los dirigentes peronistas para saber, como dice el tango, “qué rumbo hay que tomar”. Lo primero que no hicimos: contar con un Partido democrático, horizontal, previsible. Se lo intentó con la Renovación (1983/1987) que encabezaron Antonio Cafiero y Eduardo Duhalde. Pero –como dice un conocido poeta peronista- “no cuajó”. La Renovación se quedó a mitad camino y hoy puede decirse que el peronismo no es ni un Movimiento, como en vida del líder y creador del movimiento, Juan Perón, ni un Partido político tradicional. Eso lo primero.

Luego olvidamos, entre otras cosas, la severa advertencia de Scalabrini Ortiz:

No olvidemos que aquello que no se legisla explícita y taxativamente a favor del débil, queda legislado implícitamente a favor del poderoso.
No es el poderoso quien necesita amparo legal.
El tiene su ley en su propia fuerza.

Aumentó la pobreza y la deuda externa en gobiernos peronistas.
Y empezaron los bandazos. De un acuerdo con el capital financiero (Menem) pasábamos a un gobierno (siempre con la marca “peronista”) a otro gobierno con fuerte preeminencia de ex montoneros y/o abuelas de Plaza de Mayo, en un revival irresponsable de los 70’. Pero más allá de lo bien o mal hecho por los dirigentes peronistas, hay algunas ideas-fuerza que se pueden rescatar de lo que podría ser el peronismo inconcluso. Es difícil explicar cómo el mismo partido peronista pasa de privatizar la aerolínea AA (Menem) y otro gobierno peronista (K.) lo vuelve al Estado.

De cualquier manera creo que pueden rescatarse estas ideas-fuerza del justicialismo original que –todavía- son asignaturas pendientes en el país:

El Pacto Social: El Pacto Social firmado entre empresarios y trabajadores y avalado por el Estado era el instrumento elegido por Perón para consolidar la participación de los trabajadores en la renta nacional. En Argentina fue una genuina creación del peronismo (desde 1943 hasta 1955). Para ello tuvo que darles una jerarquía que las organizaciones obreras no tenían.

Los sindicatos y organizaciones obreras pasaron de ser considerados organizaciones ilegales -según fallo de la Corte Suprema de Justicia en 1944- a elementos del estado social.

El Decreto-ley de Asociaciones Profesionales Nro. 23.852 fue la llave maestra que cambiaba el panorama de la agremiación conocida hasta ese momento: prohibía la intervención del Estado en los sindicatos, reconocía la personería gremial a los sindicatos mayoritarios y evitaba la multiplicación de gremios ficticios o instrumentados por la patronal.

La participación de los trabajadores en la vida pública Esta fue la piedra angular del ideario justicialista. La idea central del peronismo con respecto a la función de los trabajadores en la vida nacional está contenida en el mensaje de Perón a la Asamblea Legislativa del 1ro.de mayo de 1974. Los Trabajadores –sostenía- columna vertebral del proceso, están organizándose para que su participación trascienda largamente de la discusión de salarios y condiciones de trabajo. El País necesita que los trabajadores, como grupo social, definan cuál es la sociedad a la cual aspiran, de la misma manera que los demás grupos políticos y sociales. Pero, a su vez, Perón les exigía capacitación intensa para la tarea de instaurar la Justicia Social.

El peronismo incorporó y fue decisivo, además de los beneficios que se otorgaban a los trabajadores, la participación de los trabajadores en la vida pública. “Los trabajadores recibían un genuino aguijoneo psicológico cada vez que uno de los hombres (y posteriormente las mujeres) salidos de sus filas era nombrado en un alto cargo de gobierno”[3].

La distribución de la riqueza: La Justicia Social era uno de los objetivos de la Gran Década; en 1954 la participación de los trabajadores en el Producto Bruto Interno era de entre e 47% y el 49%. En el año 2003 había bajado al 25%. Asimismo la brecha entre ricos y pobres que había sido una de las conquistas genuinas argentinas a partir del peronismo arroja estos resultados luego de cincuenta años de derrocado el peronismo original: en Capital y Gran Buenos aires el 10% más rico de la población gana 26,4 más que el 10% más pobre de la misma población (diario Clarín 29/7/2001). Y en todo el país el 10% más rico gana 30 veces más que el 10% más pobre (diario Perfil 16/3/2008).

En 1948 el salario real del trabajador industrial especializado había aumentado un 27% por sobre el nivel de 1943, mientras que la mano de obra no especializada aumentó un 37% por sobre el nivel de 1943. El aumento del nivel de vida de los trabajadores, los planes de vivienda, la incorporación a los beneficios previsionales fueron innegables. La construcción de hospitales y escuelas no ha podido negarse ni por los más recalcitrantes opositores.

Los derechos sociales adquirían rango constitucional con la constitución nacional de 1949 y deben volver a serlo: La Constitución de 1949 consolidaba así una revolución social con la instauración de los derechos del trabajador, la ancianidad, la familia, la niñez, la mujer, etc. superando la concepción individualista del liberalismo, el cual había consagrado al individuo aislado, desgajado de las sociedades a las cuales pertenece naturalmente (familia, sindicato, localidad, etc.). Piénsese que estos derechos que la Constitución de 1949 prescribía son casi contemporáneos –y casi idénticos- a los derechos previstos en la Declaración de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas de 1948.

La propiedad privada en función social: La propiedad en función social: Artículo 38º: La propiedad privada tiene una función social y, en consecuencia, estará sometida a las obligaciones que establezca la ley con fines de bien común. Incumbe al Estado fiscalizar la distribución y la utilización del campo e intervenir con el objeto de desarrollar e incrementar su rendimiento en interés de la comunidad, y procurar a cada labriego o familia labriega la posibilidad de convertirse en propietario de la tierra que cultiva.

La economía social de mercado: Otro original principio, que ha pasado casi desapercibido en los análisis del peronismo era el siguiente: el capital debía ser puesto al servicio de la economía y ésta al servicio del bienestar social frase repetida por Perón que luego asciende a principio constitucional. Este principio constitucional da por tierra con el tabú de la economía liberal de la intangibilidad del capital. El Artículo 39 de la Constitución decía textualmente: El capital debe estar al servicio de la economía nacional y tener como principal objeto el bienestar social. Sus diversas formas de explotación no pueden contrariar los fines de beneficio común del pueblo argentino.

Los recursos naturales. La ecología: ¿Qué duda cabe que fue Perón quien introdujo en la conciencia nacional el concepto de ecología y la necesidad del cuidado de los recursos naturales. Son reiterados y proverbiales sus apelaciones en tal sentido. Ya hace más de 30 años nos decía estas cosas: “Ellos (los países centrales), con su tremendo avance tecnológico, han despilfarrado los medios de supervivencia y se están quedando sin los mismos. Nosotros en cambio, no hemos comenzado a explotar esta tierra inmensa que tenemos(…)Ese mundo hambriento, dentro de pocos años, tendrá un camino como solución que es la geopolítica, produciendo más y distribuyendo mejor los medios de subsistencia” (mensaje a los altos mandos de Armada, 10/11/73).

El famoso Artículo 40º de la Constitución de 1949 preveía que los minerales, las caídas de agua y todos los recursos naturales son propiedad inalienable del Estado nacional en consonancia con las provincias.

Promover la industrialización con el diferencial de la renta agraria: Una de las claves sobre las que se trabajó fue la transferencia de recursos de la renta agraria a la incipiente industrialización. Para eso el gobierno justicialista se sirvió del IAPI que se estudiará más adelante. Galasso [4] se pregunta acerca de quién habrá sido de los tres (Perón por su experiencia en Europa, Figuerola con su estudio sistemático de las legislaciones del mundo o Miranda con su experiencia práctica) el que descubrió la clave: el diferencial de la renta agraria entre los precios internacionales y el bajo costo de producción de los productos primarios que durante años se los habían apropiado los exportadores, las cerealeras extranjeras y los intermediarios financieros, en manos generalmente de los ingleses.

La planificación justicialista. Los planes quinquenales (1947/51 y 1952/57). El plan trienal (1974): Perón crea el Consejo Nacional de Posguerra el 25 de agosto de 1944 mediante Decreto 23.847 que es el antecedente de los planes quinquenales. En el se va delineando el futuro que deparará a la Argentina la pos guerra y va proyectando una planificación ordenada. Poco se ha dicho en los estudios sobre el peronismo acerca de la importancia de los Planes Quinquenales de gobierno. Pero ellos eran la substancia del gobierno. Y José Figuerola el alma de esa planificación. Perón le encarga a Figuerola (para entonces designado Secretario Técnico de la Presidencia de la Nación) un programa económico para su gobierno. Y Figuerola elabora un documento detallando las prioridades en una gama amplísima de actividades gubernamentales y le sugiere a Perón que lo llamara “Plan Quinquenal”. El Plan fue elevado al Congreso y cuenta el historiador americano Page que la sesión conjunta de ambas Cámaras donde debía aprobarse la planificación nacional por cinco años, fue boicoteada por la oposición por “problemas de procedimiento” al convocar la Asamblea.

La ayuda social. De la Fundación Eva Peron al Ingreso Básico de Ciudadanía: Probablemente uno de los conceptos más revolucionarios del peronismo está expresado en la frase:-Ahí donde hay una necesidad, ahí hay un derecho.

Hoy, sin abandonar la Ayuda Social que es consubstancial con el peronismo, el peronismo está analizando la instauración de un Ingreso Básico de Ciudadanía.

Mensaje a la juventud: Extracto, por último, algunos párrafos dirigidos por Perón a los que entonces éramos la juventud argentina politizada; aplicables hoy más que nunca; quizá por ustedes las jóvenes generaciones políticas:

Por eso he dicho muchas veces que nada se justifica más como organismo político que “el partido de la juventud”, en el que se consiga un real entendimiento entre todas las fracciones políticas o ideológicas en que se encuentre fragmentada la nueva generación (Las Bases, 21 de junio de 1972).
Creo que la situación argentina es de tal naturaleza, que es imprescindible que todos los argentinos, deponiendo todas las pasiones que puedan habernos movido y todas las controversias en que podamos habernos vistos envueltos en el pasado, nos persuadamos de la necesidad de que todos, unidos y solidarios, nos pongamos a resolver una situación que, de otro modo, puede conducirnos al desastre futuro (30 de agosto de 1973).

Del libro “El peronismo, y la incógnita del país inacabado”, Ed. El Halep.com












[1] Federico Neiburg, Los intelectuales y la invención del peronismo, Alianza editorial, 1998.


* Raúl Scalabrini Ortiz, Irigoyen y Perón, Editorial Plus Ultra, 1972, pag. 14


[2] (Victor Pérez Díaz, La primacía de la sociedad civil, Alianza Editorial, Madrid, 2003, pag. 104).


* Maristella Svampa, Los que ganaron, Ed. Biblos,.


[3] Joseph A. Page, Perón, una biografía, Ed. Grijalbo-Mondadori 1999


[4] Norberto Galasso, Perón, formación, ascenso y caída (1893/1955), Tomo I,

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