miércoles, 5 de septiembre de 2012

Los intelectuales de Carta Abierta no ejercen la función intelectual

                                                    Umberto Ecco

Los intelectuales de Carta Abierta no ejercen verdaderamente "la función intelectual". Me cobijo para decir esto en lo que transcribo de Umberto Ecco respecto de la función intelectual. Los intelectuales de Carta Abierta son, podría decirse militantes intelectuales orgánicos: pertenecen y se deben a un gobierno, a una fracción política, a un proyecto de poder. Primer error. El intelectual, dice Ecco "no debe tocar el clarín en la revolución". Es decir que si quieren estar en el campo de batalla o en la revolución o en la política diaria, o abogar por la re-reelección de Cristina Kichner no lo deben hacer como intelectuales. Lo harán como militantes, como revolucionarios, como afiliados al Partido, pero nunca como verdaderos intelectuales.



 El intelectual, "la función intelectual" mejor dicho, se ejerce lejos del teatro de operaciones. O antes de los acontecimientos o después. Si no los intelectuales orgánicos del Partido se convierten en cronistas, en colaboradores más o menos ilustrados del poder. Y este alejamiento del presente lo harán los intelectuales no para eludir la responsabilidad de una elección que pueden hacer como individuos, sino porqué el momento de la acción requiere que se eliminen los matices y las ambigüedades; y ésta es la función insustituible del que toma las decisiones en cualquier institución: eliminar los matices y las ambigüedades. Por el contrario la función intelectual consiste en excavar las ambigüedades y sacarlas a la luz ya que la función intelectual consiste en "determinar críticamente lo que se considera una aproximación satisfactoria al propio concepto de verdad; y esta eflexión crítica puede desarrollarla quien sea -dice Umberto Ecco-incluso un marginado que reflexione sobre su propia condición y de alguna manera la exprese, mientras que puede traicionarla un escritor que reaccione ante los acontecimientos con apasionamiento, sin imponerse la criba de la reflexión. 
Los medios de difusión tienen tiempos diferentes de los de la reflexión. La función intelectual se ejerce siempre con adelanto (sobre lo que podría suceder), o con retraso (sobre lo que ha sucedido); raramente sobre lo que está sucediendo, por razones de ritmo, porque los acontecimientos son siempre más rápidos y acuciantes que la reflexión sobre los acontecimientos. Y, agrega Ecco algo que no les gustará seguramente a los intelectuales orgánicos de Carta Abierta:

"El primer deber del intelectual es criticar a los propios compañeros de viaje" (“pensar” significa desempeñar el papel de Pepito Grillo). Puede suceder que el intelectual elija el silencio porque teme traicionar a aquellos con los que se identifica, pensando que, más allá de sus errores contingentes, al fin y al cabo persiguen el bien supremo para todos. Pero es una trágica elección, de la cual están llenas las historias, por la cual se ha visto a algunos ir a morir, buscando la muerte, en una lucha en la que no creían, porque pensaban que nos se podía canjear la lealtad con la verdad. Pero la "lealtad es categoría moral y la verdad es categoría teorética".

En este punto habría que recordarles a los militantes de Carta Abierta la penosa duda de Rodolfo Walsh respecto de seguir con su carrera de brillante escritor o tomar las armas (lo que finalmente hizo). Y las críticas -poco tiempo antes de morir acribillado- a la conducción de Montoneros. Muchos estamos abiertos a este debate. En especial los que vivimos los dramáticos 70'.

La función intelectual puede llevar también a resultados emotivamente insoportables, porque a veces hay problemas que deben resolverse demostrando que no tienen solución. Es elección moral expresar la propia conclusión; o callarla (esperando acaso que sea equivocada). Tal es el drama de quien, incluso por un solo instante, asume la tarea de “funcionario de la humanidad”.

(Umberto Ecco, Cinco escritos morales)






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