lunes, 10 de octubre de 2022

El virus (Covid19) comunista chino

 


El Covid 19 es la culminación, el “non plus ultra” de la agresión del Poder al Ciudadano. El virus no agrede naciones, ni corporaciones ni guarniciones militares. No. El virus agrede a las personas. Las mata, de a una. Millones  atacados uno a uno; como un franco tirador escondido en las sombras, sabemos que está ahí, apuntándonos, pero no sabemos cuándo tirará. Lo que sí sabemos que cuando tire mata. Ha matado a adultos y ancianos, pero también ha aterrorizado a los niños; vaya usted a saber por cuánto tiempo y con qué intensidad no llevarán sobre su psiquis permeable el miedo, el terror de perder al padre o a la abuela. Cuántos de nosotros no ha oído a su hijo pequeño o a su nieto “yo salgo y mato al virus” o “papá, levanta la ventanilla del auto que entra el virus”. Lo he oído de mi nieto de cinco años. Desgarrador. El único consuelo es que ellos, a los niños, no los ataca. Pero vaya a saber cuántas heridas quedarán en su piel tiernita.  El virus comunista chino ha hundido negocios, emprendimientos personales, prestadores de servicios pero el daño más importante y perverso ha sido contra la persona. Soy yo quién no puede salir a la calle, soy yo quién no puede ver a sus nietos, comer en el restaurante de siempre, viajar, ir a la casa del vecino, levantar la persiana de mi negocio.  Se ha encañonado al ciudadano, al hombre individual, personificado. Nos han matado, cuando pudieron, uno a uno. Por eso la reacción también deberá ser una a una. Se hace imprescindible una profunda toma de conciencia individual previa a la acción. La acción futura del ciudadano será oponerse al establishment, al poder establecido que se ha despreocupado de la salud de quienes debía cuidar. Hoy el ciudadano tiene a su disposición las posibilidades que le da la red. Quizá debiéramos empezar por el lenguaje, y que el Covid19 pase a llamarse  “el virus comunista chino”. ¿Y de ahí?, preguntarán.  Somos lo que hablamos, pasa que si millones dejamos de llamarlo Covid19 y pasamos a denominarlo “el virus comunista chino” algo habrá cambiado en nosotros y en ellos. Y ni hablar si por un día, un solo día, o una semana, el ciberciudadano no compra ningún producto chino? ¿O si millones de ciberciudadanos hicieran saber a las burocracias políticas de nuestros países y de los organismos supra nacionales que han fracasado en combatir al virus. Han fracasado en cuidarnos. Se han dedicado a ejercer el poder contra nosotros no contra el virus. Y por ello les revocamos el poder de representarnos. 

China (aunque los mismo podría decirse de Rusia, Venezuela, Corea del Norte, Irán) no hace nada que no sea por el Poder. Ni siquiera una estúpida investigación basada en murciélagos o cuervos o en lo que sea. Porque todo en China está imbuido, sometido, referido al Poder, al Partido único. Si abre su economía al capitalismo es porque ello le acerca al poder mundial. Es secundario que tangencialmente saque de la pobreza a millones de chinos. El objetivo central que les interesa es el Poder. Como todo régimen autoritario. La locura homicida de Hitler o la demagogia de Mussolini, o la satánica carnicería de Stalin o Mao, todo en ellos fue por y para el Poder. Y esa búsqueda enfermiza del Poder nos trajo hasta aquí; quizá haya una diferencia de grado y estilo, pero los millones de muertos que Hitler, Stalin y Mao nos habían propinado en el siglo XX son similares al virus comunista chino (sin comillas a partir de ahora). Y así empezamos en el siglo XXI con dos millones de muertos. Que se dice pronto. Y todavía no sabemos si fue por el murciélago o porque estaban “probando” algo en el laboratorio o si fue una decisión deliberada para aumentar el Poder de las élites (leer La verdad de la Pandemia de Cristina Martín Jiménez). El solo hecho de que admitamos cualquiera de las posibilidades es de por sí dramático. El fracaso de la Organización mundial de salud es patético. Los chinos no los dejaron entrar al lugar donde se había producido “el experimento”. Ni dieron información temprana que podía haber paliado la pandemia. Y ni hablar de Naciones Unidas, o el actual fracaso de la Unión Europea para ¡comprar! vacunas. O sea, la búsqueda del Poder de los chinos junto a la inutilidad de los organismos supranacionales, han dejado indefenso al ciudadano de a pie. El ciudadano comprobó que está solo frente a poderes que no solo no conoce, sino que no puede comprender y menos  manejar. Terrible y urgente conclusión. Una enseñanza dura pero esperanzadora: mi futuro y el de los míos depende de mí. El ciudadano tiene que revocar todos los poderes que había dado en favor de Partidos Políticos, Asociaciones gremiales, Organismos internacionales, etc. El lema del futuro debiera ser “nada sin mi consentimiento”.  Y exigir participación activa en todo aquello que lo involucre.  Adherir a sitios web o páginas de YouTube, participar en agrupaciones civiles, ONGs, organizaciones confesionales, etc. Desde nuestra casa podemos promover a quienes ya empezaron la lucha. Actuar. Aunque parezca ingenuo, no lo es. “Para cambiar el mundo es necesario que actuemos y, todavía más importante, es necesario que nos organicemos. Cincuenta miembros que cooperen en una organización pueden lograr mucho más que quinientos individuos que trabajen aisladamente. Si al lector le importa realmente alguna cosa, únase a una organización relevante. Hágalo esta semana” (Yuval Noah Harari – 21 lecciones para el siglo XXI).

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