Giorgia Meloni y el fascismo
eterno
Casi no hay comentarista de
radio, televisión o periódico (incluidos escritores o politólogos) que no
califique a Giorgia Meloni, la ganadora de las elecciones en Italia, y a su
partido con el mote de fascista o neofascista o extrema derecha fascista; y
así. Esta calificación le permite al calificador evitarse el trabajo de
estudiar, comprender y explicar el triunfo de Meloni en unas elecciones
democráticas. Elecciones democráticas
que, de por sí, neutralizarían al supuesto fascismo del partido ganador ya que el
fascismo siempre exhibió un rechazo a la democracia parlamentaria ("Podría
haber destruido el Parlamento y construir un gobierno exclusivamente de
fascistas. Podía hacerlo, pero de momento no he querido", dijo Mussolini).
Cuando hay posibilidades de elegir en
elecciones libres no hay fascismo; éste nació de una imposición en una
situación de emergencia. Pero para eso hay que estudiar un poco, un poquito,
está todo en Internet.
En el siglo XXI calificar a un
partido político como sucedáneo o imitador de un movimiento que actuó cien años
atrás es, cuánto menos, anacrónico. Los movimientos totalitarios europeos del
siglo XX, el nazismo, el estalinismo y el fascismo nacieron, se desarrollaron y
murieron por causas contemporáneas de esos movimientos. La implantación del
comunismo en 1917 fue una de las causas de la aparición del fascismo y el
nazismo. Por eso es extraña esta persistencia de llamar fascismo a algunos
movimientos políticos de derecha o centro derecha como es el partido de Giorgia
Meloni que acaba de ganar las elecciones en Italia. Y más extraño aún es que la
coartada del fascismo la usen medios, politólogos o escritores que tienen la
posibilidad, y el deber, de saber que fue, como se organizó, porqué emergió el
fascismo de Benito Mussolini (El Financial Times, califica al partido de
Meloni como post fascismo).
El nazismo y el estalinismo
fueron ideologías y doctrinas mucho más estructuradas y desarrolladas que el
fascismo. Dice Umberto Eco que el fascismo fue una mezcla de ideas, algunas
veces contradictorias y que no tenía una filosofía propia (El fascismo
eterno, Cinco escritos morales). Un movimiento que primero se dijo
republicano, pero mantuvo al rey durante 20 años. O se dijo ateo, pero firmó un
concordato con la Santa Sede que se perpetúa hasta hoy. ¡Si no es fácil
encuadrar al fascismo original, cómo definir fascista al sucedáneo cien años
después!
Esos mismos calificadores usan
con más cuidado el mote de comunismo o nazismo a cualquier movimiento político
que no les apetezca. En cambio, fascismo, o fascista se usan al boleo para todo
aquello que les molesta o va contra sus ideas.
La mismísima presidente del Consejo
Europeo, la alemana Von del Leyen amenazó a los italianos que no votaran a
Meloni, en una intromisión sin precedentes en la política mundial: “Si las
cosas van en una dirección difícil, he hablado ya sobre Hungría y Polonia,
tenemos herramientas", dijo refiriéndose a Meloni. ¿Tenemos herramientas?
Muy democrática la señora.
Pier Paolo Pasolini argumentaba
en los años sesenta y setenta que el viejo fascismo era un monstruo superado y
que ahora nos tocaba lidiar con algo mucho más sofisticado, que denominaba el
Nuevo Poder. Quizá con eso de Nuevo Poder el genial director vaticinaba el peligro
del Pensamiento único, el Posmodernismo o la manipulación de nuestros datos que
hacen los grandes monopolios como Facebook, Google, etc. ¡Otra que fascismo!
¿Qué muere entonces con el triunfo de Meloni?
Termina sobre todo la farsa antifascista, esa con la que están tan cómodas las
élites de izquierda porque les permite fingir que defienden la justicia social
sin renunciar a ninguno de sus privilegios de clase. El antifascismo también proporciona una coartada para detestar a toda
la gente común que vota por esas opciones en vez de por la izquierda;
ya sabemos que uno de los rasgos principales del progresismo actual es su
menosprecio del pueblo llano, dice Víctor Lenore (Vox Pópuli-España, 26/9/22).
Esas elites de izquierda que tienen copado a
los Medios y a las Universidades, ese pensamiento progre, ha reaccionado (todos
a una) con fiereza ante el triunfo de la Meloni. Saben que la tercera economía
de la Unión Europea ya no podrá arrearse tan fácilmente como intentaron con Polonia
y Hungría. Es de esperar que los socios de la coalición entiendan qué partido se
está jugando en Italia. Y estén a la altura.
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