viernes, 7 de octubre de 2022

 

Giorgia Meloni y el fascismo eterno

Casi no hay comentarista de radio, televisión o periódico (incluidos escritores o politólogos) que no califique a Giorgia Meloni, la ganadora de las elecciones en Italia, y a su partido con el mote de fascista o neofascista o extrema derecha fascista; y así. Esta calificación le permite al calificador evitarse el trabajo de estudiar, comprender y explicar el triunfo de Meloni en unas elecciones democráticas.  Elecciones democráticas que, de por sí, neutralizarían al supuesto fascismo del partido ganador ya que el fascismo siempre exhibió un rechazo a la democracia parlamentaria ("Podría haber destruido el Parlamento y construir un gobierno exclusivamente de fascistas. Podía hacerlo, pero de momento no he querido", dijo Mussolini).  Cuando hay posibilidades de elegir en elecciones libres no hay fascismo; éste nació de una imposición en una situación de emergencia. Pero para eso hay que estudiar un poco, un poquito, está todo en Internet.

En el siglo XXI calificar a un partido político como sucedáneo o imitador de un movimiento que actuó cien años atrás es, cuánto menos, anacrónico. Los movimientos totalitarios europeos del siglo XX, el nazismo, el estalinismo y el fascismo nacieron, se desarrollaron y murieron por causas contemporáneas de esos movimientos. La implantación del comunismo en 1917 fue una de las causas de la aparición del fascismo y el nazismo. Por eso es extraña esta persistencia de llamar fascismo a algunos movimientos políticos de derecha o centro derecha como es el partido de Giorgia Meloni que acaba de ganar las elecciones en Italia. Y más extraño aún es que la coartada del fascismo la usen medios, politólogos o escritores que tienen la posibilidad, y el deber, de saber que fue, como se organizó, porqué emergió el fascismo de Benito Mussolini (El Financial Times, califica al partido de Meloni como post fascismo).

El nazismo y el estalinismo fueron ideologías y doctrinas mucho más estructuradas y desarrolladas que el fascismo. Dice Umberto Eco que el fascismo fue una mezcla de ideas, algunas veces contradictorias y que no tenía una filosofía propia (El fascismo eterno, Cinco escritos morales). Un movimiento que primero se dijo republicano, pero mantuvo al rey durante 20 años. O se dijo ateo, pero firmó un concordato con la Santa Sede que se perpetúa hasta hoy. ¡Si no es fácil encuadrar al fascismo original, cómo definir fascista al sucedáneo cien años después!

Esos mismos calificadores usan con más cuidado el mote de comunismo o nazismo a cualquier movimiento político que no les apetezca. En cambio, fascismo, o fascista se usan al boleo para todo aquello que les molesta o va contra sus ideas.

La mismísima presidente del Consejo Europeo, la alemana Von del Leyen amenazó a los italianos que no votaran a Meloni, en una intromisión sin precedentes en la política mundial: “Si las cosas van en una dirección difícil, he hablado ya sobre Hungría y Polonia, tenemos herramientas", dijo refiriéndose a Meloni. ¿Tenemos herramientas? Muy democrática la señora.

 

Pier Paolo Pasolini argumentaba en los años sesenta y setenta que el viejo fascismo era un monstruo superado y que ahora nos tocaba lidiar con algo mucho más sofisticado, que denominaba el Nuevo Poder. Quizá con eso de Nuevo Poder el genial director vaticinaba el peligro del Pensamiento único, el Posmodernismo o la manipulación de nuestros datos que hacen los grandes monopolios como Facebook, Google, etc. ¡Otra que fascismo!

¿Qué muere entonces con el triunfo de Meloni? Termina sobre todo la farsa antifascista, esa con la que están tan cómodas las élites de izquierda porque les permite fingir que defienden la justicia social sin renunciar a ninguno de sus privilegios de clase. El antifascismo también proporciona una coartada para detestar a toda la gente común que vota por esas opciones en vez de por la izquierda; ya sabemos que uno de los rasgos principales del progresismo actual es su menosprecio del pueblo llano, dice Víctor Lenore (Vox Pópuli-España, 26/9/22).

Esas elites de izquierda que tienen copado a los Medios y a las Universidades, ese pensamiento progre, ha reaccionado (todos a una) con fiereza ante el triunfo de la Meloni. Saben que la tercera economía de la Unión Europea ya no podrá arrearse tan fácilmente como intentaron con Polonia y Hungría. Es de esperar que los socios de la coalición entiendan qué partido se está jugando en Italia. Y estén a la altura.

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