martes, 11 de febrero de 2014

Mis escritos políticos




1) Argentina-España 

2) Crisis: ¿Es culpable la sociedad argentina?


Argentina-España: Una amistad que se hizo en las duras y en las maduras
La amistad entre los pueblos de España y Argentina viene  de lejos, y ha resistido a gobiernos de distintos signos ideológicos así como también a épocas difíciles que les tocaron vivir a ambos países. Es una amistad cimentada en las buenas y en las malas épocas que le han tocado vivir a ambos pueblos. ¿Cómo olvidar, por ejemplo, y empezando por muy atrás, el origen de nuestra lengua y de nuestra religión? Y también lo que muchos autores señalan como muy positivo: el mestizaje de aquellas épocas remotas.  



Avanzando en nuestra relación de siglos y dejando de  lado por un momento el origen histórico de nuestras relaciones, quiero remarcar algunos jalones de las últimas décadas de esta vieja amistad: luego de la guerra civil española nuestro país recibió  solidariamente a hombres muy valiosos como Rafael Alberti, Francisco Ayala, Jardiel Poncela, y antes de partir para Lisboa al propio Ortega y Gasset quien ya era un asiduo y destacado visitante. Él mismo lo remarca –y agradece- cuando recuerda que llegó a nuestro país como “un joven filósofo” y que fue acogido con el cariño y el reconocimiento que recién alcanzaría años después. Sus artículos en el diario La Nación y en la revista Sur y en especial su amistad con Victoria Ocampo (de la que dan cuenta sus cartas) eximen de mayores comentarios.

Pero quizá quien más cercano está a mi profesión de abogado sea don Luis Jimenez de ASúa uno de los cultores del Derecho Penal. Se exilió en Argentina y vivió en Bs. As.desde 1939 hasta su muerte en 1970. Su Tratado de Derecho Penal en siete tomos, ha sido considerada una de las obras maestras de la materia. Generaciones de abogados argentinos abrevamos en las enseñanzas de este insigne tratadista.

Pero también España, a su turno, fue generosa en acoger a la  emigración masiva de los exiliados que escapaban de los golpes militares de Argentina. En especial luego de 1976. Uno de ellos llegó a ser miembro del Alto Tribunal de Justicia español. Y también España fue generosa, pese a que era una época difícil por la emigración masiva hacia la Unión Europea, con los emigrados por razones económicas o profesionales que en los últimos años llegaban a España.

En 1945, la recién creada ONU rechazaba el ingreso de España y en 1946 recomendaba a sus miembros la retirada de sus embajadores. El pueblo español fue quien más sufrió las consecuencias del aislamiento que le impusieron al régimen franquista naciones como Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos, que no veían con buenos ojos la pervivencia del  régimen. Sólo la Argentina firmó un tratado de relaciones comerciales en enero de 1947, ratificado con la visita de Eva Perón en junio del mismo año. Por aquí algunos viejos españoles recuerdan la leche y el pan con que la solidaridad argentina rompía un bloqueo que afectaba sobre todo al pueblo español.

Y para demostrarnos que la relación entre ambos países va más allá de cualquier sesgo ideológico y supera a los propios gobiernos quisiera remarcar que mientras España acogía durante 17 años el exilio del ex presidente Perón los exiliados españoles rehacían su vida en nuestro país.

La emigración masiva de españoles (e italianos) a nuestro país desde principios del siglo XX hasta casi mediados de siglo ha dejado huellas en nuestra cultura, nuestra música, nuestras comidas. El centro Lucense de Buenos Aires, el centro pontevedrés, el Casal de Cataluña, el restaurant vasco, etc. nos recuerdan todavía esa transfusión de sangre española. Hay pocas familias argentinas que no recuerden algún abuelo, padre, tío o amigo de la familia que venía con la “morriña” de su tierra.

 Y, por último la solidaridad de España con Argentina en la crisis de 2001. 

Por todo eso, creo que ningún gobierno circunstancial podrá romper ese vínculo amasado en años de intercambio de todo tipo pero, en especial, un intercambio fraternal.





















Crisis: ¿Es culpable la sociedad argentina?
 Publicado en El Informador Público, mayo 13, 2013
 A caballo de la feroz crítica (merecida) del actual gobierno se escuchan cada vez más voces que cuestionan -además- a la sociedad argentina. Así Gabriela Pousa: “En este contexto, Cristina Kirchner avanzó y seguirá avanzando, gozando de los aplausos de unos y de los silencios del resto, aunque sólo le quede por avasallar las libertades individuales, tarea que ha comenzado de un tiempo a esta parte. ¿Por qué puede hacer esto? La respuesta es deleznable pero es más simple de lo que parece: el pueblo se lo permitió y se lo sigue permitiendo” (www.perspectivaspoliticas.info, 7/1/2013).
 Dice Pousa que el factor  decisivo en esta apatía culposa que permitió llegar hasta aquí a un gobierno de impresentables es el miedo. Miedo de los que aplauden y miedo de los que no aplauden.
 Yo creo que hay más; al miedo paralizante que aterroriza a los de adentro y apaga la rebeldía de los de afuera se unen, además, antiguos vicios:
 - Una tolerancia suicida a la corrupción: “roban pero hacen”, “sin plata no se puede hacer política”.
 - Unas falsas creencias que nos fueron llevando a la anomia y a la irresponsabilidad ciudadana: “con una cosecha salimos adelante”, lo’atamo con alambre”, “somos los europeos de América Latina”, etc.
 - El hecho desgraciado de no aprender de los errores; nos mordemos la cola en una especie de mito del eterno retorno que diabólicamente nos impele a volver siempre a cosas que ya vivimos. Y fracasaron: “el que apuesta al dólar pierde”, inflación desbocada, control de precios, autoritarismo, ambición de poder desmedido, re-reelección indefinida, etc.
 - Una supuesta “viveza criolla” que podría cambiarse a esta altura del partido  por “tontería criolla”.
 - Y por fin, y lo más importante: una clase dirigente inculta y sin escrúpulos.
El filósofo español José Antonio Marina pareciera que nos retratara: “Además de la inteligencia individual hay también una Inteligencia social: es la que emerge de los grupos, asociaciones o sociedades, la que nos permite hablar de sociedades inteligentes o sociedades estúpidas” (La inteligencia fracasada, Ed. Anagrama). La inteligencia individual argentina está fuera de discusión. Lo que está en discusión es nuestra inteligencia social, comunitaria.
Por eso, quizá, por esa falta de inteligencia social los pecados capitales vuelven y vuelven, una y otra vez, a la Argentina. Los especialistas en management anglosajones acuñaron hace años un concepto brillante: ¡organizaciones que aprenden! Los japoneses hablan de organizaciones que “crean conocimiento”. ¿Aprendemos? Si no aprendemos de los errores estaremos condenados a repetirlos. Y así a empezar siempre de nuevo.
 
“Sociedades estúpidas son aquellas en que las creencias vigentes, los modos de resolver conflictos, los sistemas de evaluación y los modos de vida, disminuyen las posibilidades de las inteligencias privadas. Una sociedad embrutecida o encanallada produce estos efectos” (Marina, ob. cit.).
 Creo que esta última y dolorosa experiencia de haber tolerado (y muchos inconscientes promovido) a un gobierno autoritario dirigido por una autócrata nos hará reflexionar profundamente. No se trata sólo de quitarse de en medio al kirchnerismo. En el futuro no deleguemos alegremente la soberanía popular en el primer “chanta” que se nos cruza, analicemos los discursos pero también las conductas de los dirigentes del futuro, discutamos propuestas, cuestionemos, estudiemos. Seamos ciudadanos plenos todos los días del año. Y exijamos participación en toda decisión del poder público que nos afecte a nosotros o a nuestra familia.
 No vaya a ser cosa que un día cualquiera, un día de estos los chinos inventen la soja sintética y se nos quede cara de ¿“que nos pasó que no tenemos más país”?

















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