sábado, 26 de julio de 2014

Para los que aman leer (y escribir)



PARA LOS QUE AMAN LEER (Y ESCRIBIR)

Jodorowsky, La trampa sagrada,
Efectivamente, la literatura me interesa mucho. Debo tener una decena de lectores fanáticos. De hecho adoro escribir. Cuando me pongo no hago más que eso, desde la mañana a la noche, sin parar. De todas mis actividades, la escritura es sin duda la más maravillosa. Con la escritura no tengo límites, soy mi propio dueño. Basta con un puñado de lectores auténticos para sentirse comprendido y decirse que valía la pena escribir un libro.

Libros como los míos no pueden pasar de los dos o tres mil ejemplares. Pero debo aceptar que las cosas sean así, por eso tengo un gran respeto por los escritores que perseveran, que persiguen una obra profunda sin intentar producir best sellers. Cada novela, cada libro profundo es un regalo del autor a la humanidad. El escritor invierte todo su tiempo, toda su energía en su creación, sabiendo que no ganará prácticamente nada. ¡Qué magnífico don! Sí, los escritores son benefactores del género humano.

 Arturo Pérez Reverte, LA NACION 9/8/2010 
Vaya por delante que no hay palabras mágicas. No hay truco que abra los escaparates de las librerías. Nada garantiza ver el fruto de tu esfuerzo, esa pasión donde te dejas la piel y la sangre, publicado algún día. Este mundo es así, y tales son las reglas. No hay otra receta que leer, escribir, corregir, tirar folios a la papelera y dedicarle horas, días, meses y años de trabajo duro. Lo que distingue a un novelista es una mirada propia hacia el mundo y algo que contar sobre ello, así que procura vivir antes. No sólo en los libros o en la barra de un bar, sino afuera, en la vida. Espera a que ésta te deje huellas y cicatrices. A conocer las pasiones que mueven a los seres humanos, los salvan o los pierden. Escribe cuando tengas algo que contar.

A ese punto sólo llegarás de una forma: leyendo mucho, intensamente. No cualquier cosa, sino todo lo que necesitas. Con lápiz para tomar notas, estudiando trucos narrativos -los hay nobles e innobles-, personajes, ambientes, descripciones, estructura, lenguaje. Ve a ello, aunque seas el más arrogante, con rigurosa humildad profesional. Interroga las novelas de los grandes maestros, los clásicos que lo hicieron como nunca podrás hacerlo tú, y saquea en ellos cuanto necesites, sin complejos ni remordimientos. Desde Homero hasta hoy, todos lo hicieron unos con otros. Y los buenos libros están ahí para eso, a disposición del audaz: son legítimo botín de guerra.
La principal herramienta es el lenguaje. Olvida la funesta palabra estilo, burladero de vacíos charlatanes, y céntrate en que tu lenguaje sea limpio y eficaz. No hay mejor estilo que ése. Pero recuerda que una novela es, sobre todo, una historia que contar. Una trama y una estructura donde proyectar una mirada sobre uno mismo y sobre el mundo. Y eso no se improvisa. Un novelista sólo es bueno si cuenta bien una buena historia. Escribe eso en la dedicatoria cuando me firmes un libro tú a mí.

 
M. Vargas Llosa El país, 23 de junio de 2002 "Cuidado con Elizabeth Costello”
La literatura no nació para estimular el vicio ni la virtud (aunque ambas cosas sin duda también resultan de ella, pero de una manera infinitamente diversa e incontrolable), sino para dar a los seres humanos aquello que la vida real es incapaz de darles, para hacerlos vivir más vidas de las que tienen y de manera más intensa de la que viven, algo que su imaginación y sus deseos les exigen y la  vida real, la vida confinada y mediocre de sus existencias reales, les niega cada día. La literatura no hace felices ni más buenos, ni más malos, a los lectores. Los hace más lúcidos, más conscientes de lo que tienen y de lo que les falta para colmar sus sueños, y por lo mismo más insumisos contra su propia condición, más desconfiados frente a los poderes espirituales y materiales que ofrecen recetas definitivas para alcanzar la dicha, y más inquietos y fantaseadores, menos aptos para ser manipulados y domesticados. Es verdad que en los grandes momentos de hechizo en que los sumen las obras literarias logradas, sus vidas se enriquecen extraordinariamente y que aquellas les deparan una exaltación que es dicha, goce supremo. Pero, luego, cuando el hechizo se cierra con las páginas del libro, lo que la literatura depara es una brutal comprobación: que la vida real, la vida vivible, es infinitamente más mediocre y pobre que la vida soñada de la literatura.

 

-(Mempo  Giardinelli). Pienso que toda buena vocación literaria se origina, inexorablemente, en la lectura. Es la lectura la que moldea al escritor. No creo que nadie decida ser escritor. Uno ama la literatura y acaso un buen día descubre que también escribe.

 -(Enrique Santos Discépolo): No se escribe en medio de un gran dolor, sino con el recuerdo de un gran dolor.

 -La literatura es lo único que te protege de las heridas y los golpes de la horrenda vida auténtica. Para escribir hay que dejar de ser escritor, hacerse pasar por otro, convertirse en un extranjero. (E.Vila MatasLa Nación 20/2/06).

 -Así como dijo Unamuno que el lenguaje es la sangre del espíritu, la tinta roja es la representación de esta sangre (Ramón escribía con tinta roja)- Respondo de ese modo a la máxima de Nietzsche según la cual es escritor aquel que escribe con su sangre(GOMEZ DE LA SERNA)

 Roberto Arlt:  Prólogo a Los Lanzallamas.
Cuando se tiene algo que decir, se escribe en cualquier parte. Sobre una bobina de papel o en un cuarto infernal. Dios o el diablo están junto a uno dictándole inefables palabras. Pasando a otra cosa: se dice de mí que escribo mal. Es posible. De cualquier manera no tendría dificultad en citar a numerosa gente que escribe bien y a quienes únicamente leen correctos miembros de sus familias. Para hacer estilo son necesarias comodidades, rentas, vida holgada. Pero, por lo general, la gente que disfruta de tales beneficios se evita siempre la molestia de la literatura. O la encara  como un excelente procedimiento para singularizarse en los salones de la sociedad. Me atrae fervientemente la belleza. ¡Cuántas veces he deseado trabajar una novela, que  como las de Flaubert, se compusiera de panorámicos lienzos…! Más hoy, entre los ruidos de un edificio social que se desmorona inevitablemente, no es posible pensar en bordados. El estilo requiere tiempo, y si yo escuchara los consejos de mis camaradas, me ocurriría lo que les sucede a algunos de ellos: Escribiría un libro cada diez años, para tomarme después unas vacaciones de diez años por haber tardado diez años en escribir cien razonables páginas discretas.

De cualquier manera, como primera providencia he resuelto no enviar ninguna obra mía  a la sección de crítica literaria de los periódicos. ¿Con qué objeto? Para que un señor enfático entre el estorbo de dos llamadas telefónicas escriba para satisfacción de personas honorables: “El señor Roberto Arlt persiste aferrado a un realismo de pésimo gusto, etc. etc.”
No, no y no.
Han pasado esos tiempos. El futuro es nuestro, por prepotencia de trabajo. Crearemos nuestra literatura, no conversando continuamente de literatura, sino escribiendo en orgullosa soledad libros que encierran la violencia de un “cross” a la mandíbula. Sí, un libro tras otro y “que  los eunucos bufen”. El porvenir es triunfalmente nuestro.

Nos lo hemos ganado con sudor de tinta y rechinar de dientes, frente a la “Underwood”, que golpeamos con manos fatigadas, hora tras hora, hora tras hora. A veces se le caía a uno la cabeza de fatiga, pero…mientras escribo esas líneas pienso en mi próxima novela. Se titulará El amor brujo y aparecerá en agosto del año 1932”

 Anna Harendt.
Kafka prescindió de todo experimento y de todo manierismo. Su lenguaje es claro y sencillo como la lengua cotidiana, aunque exquisitamente pulcro y neutral. Su prosa no  tiene, por sí misma,  ningún rasgo  seductor ni embriagador; al contrario, está al servicio de la pura comunicación. Si se analiza atentamente se verá que lo que comunica NO SE PODRÍA DECIR DE MANERA MÁS SENCILLA, MÁS CLARA, MÁS BREVE. Casi ausencia de estilo y falta de enamoramiento por las palabras. Kafka no tiene palabras favoritas, ni construcciones sintácticas predilectas. Lo que atrae al lector es la verdad misma con su perfección sin estilo. Todo estilo distrae de la verdad por su propio atractivo. K. consiguió hacer su obra tan increíblemente seductora.


Milan Kundera: Privilegia la personalidad intelectual del narrador-autor que se manifiesta y participa en el relato a través de sus opiniones y comentarios. Ya sea en tercera o primera persona. K quiere que el lector perciba su presencia, que dialogue con él, que observe que él quiere descubrirle un conocimiento, que su aparición en la trama de sus novelas induce una reflexión. K ubica el narrador en el centro del relato. Concibe la novela como “un ensayo específicamente novelesco”…que no pretende aportar un mensaje apodíctico (incondicionalmente cierto), sino que sigue siendo un mensaje hipotético, lúdico, o irónico. La meditación novelesca es pues, esencialmente, interrogativa, hipotética. Más que afirmaciones de su pensamiento, se trata de ejercicios de reflexión que, dependiendo del tono –provocador e irónico, en la mayoría de los casos-, tienen como función dar peso a la novela y configurar un discurso novelesco que le permita al lector observarse, cuestionarse  y entenderse en su esencia.
Una novela es una larga pieza de prosa sintética basada en un argumento con personajes inventados. Esos son los únicos límites. Cuando digo sintética, me refiero al deseo del novelista de asir su tema desde todas las perspectivas y del modo más completo posible. El ensayo irónico, la narrativa novelística, el fragmento autobiográfico, el hecho histórico, la fantasía libre…No hay nada que la capacidad de síntesis de la novela no logre combinar en un todo unitario, como las voces de la música polifónica. La unidad de un libro no tiene que derivarse  del argumento, porque también puede suministrarla el tema.

(del libro Milan Kundera y el totalitarismo kitsch, Padilla Chasing, Universidad nacional de Colombia)

 El inconsciente se estructura en el lenguaje, Jacques Lacan

 Cuando el  lector se transforma en escritor nace un nuevo lector. Cuando uno empieza a escribir cambia su modo de leer. Uno empieza a leer para aprender a escribir. Ricardo Piglia

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