PARA LOS QUE AMAN
LEER (Y ESCRIBIR)
Jodorowsky, La
trampa sagrada,
Efectivamente, la literatura me interesa mucho. Debo tener
una decena de lectores fanáticos. De hecho adoro escribir. Cuando me pongo no
hago más que eso, desde la mañana a la noche, sin parar. De todas mis
actividades, la escritura es sin duda la más maravillosa. Con la escritura no
tengo límites, soy mi propio dueño. Basta
con un puñado de lectores auténticos para sentirse comprendido y decirse que
valía la pena escribir un libro.
Libros como los míos no pueden pasar de los dos o tres mil
ejemplares. Pero debo aceptar que las cosas sean así, por eso tengo un gran
respeto por los escritores que perseveran, que persiguen una obra profunda sin
intentar producir best sellers. Cada
novela, cada libro profundo es un regalo del autor a la humanidad. El escritor
invierte todo su tiempo, toda su energía en su creación, sabiendo que no ganará
prácticamente nada. ¡Qué magnífico don! Sí, los escritores son benefactores del
género humano.
A ese punto sólo llegarás de una forma: leyendo mucho,
intensamente. No cualquier cosa, sino todo lo que necesitas. Con lápiz para
tomar notas, estudiando trucos narrativos -los hay nobles e innobles-,
personajes, ambientes, descripciones, estructura, lenguaje. Ve a ello, aunque
seas el más arrogante, con rigurosa humildad profesional. Interroga las novelas
de los grandes maestros, los clásicos que lo hicieron como nunca podrás hacerlo
tú, y saquea en ellos cuanto necesites, sin complejos ni remordimientos. Desde
Homero hasta hoy, todos lo hicieron unos con otros. Y los buenos libros están
ahí para eso, a disposición del audaz: son legítimo botín de guerra.
La principal herramienta es el lenguaje. Olvida la funesta
palabra estilo, burladero de vacíos
charlatanes, y céntrate en que tu
lenguaje sea limpio y eficaz. No hay mejor estilo que ése. Pero recuerda
que una novela es, sobre todo, una historia que contar. Una trama y una
estructura donde proyectar una mirada sobre uno mismo y sobre el mundo. Y eso
no se improvisa. Un novelista sólo es bueno si cuenta bien una buena historia.
Escribe eso en la dedicatoria cuando me firmes un libro tú a mí.
M. Vargas Llosa El país, 23 de junio de 2002
"Cuidado con Elizabeth Costello”
La literatura no nació para estimular el vicio ni la virtud
(aunque ambas cosas sin duda también resultan de ella, pero de una manera
infinitamente diversa e incontrolable), sino para dar a los seres humanos aquello que la vida real es incapaz de
darles, para hacerlos vivir más vidas de las que tienen y de manera más intensa
de la que viven, algo que su imaginación y sus deseos les exigen y la vida real, la vida confinada y mediocre de
sus existencias reales, les niega cada día. La literatura no hace felices
ni más buenos, ni más malos, a los lectores. Los hace más lúcidos, más
conscientes de lo que tienen y de lo que les falta para colmar sus sueños, y
por lo mismo más insumisos contra su propia condición, más desconfiados frente
a los poderes espirituales y materiales que ofrecen recetas definitivas para
alcanzar la dicha, y más inquietos y fantaseadores, menos aptos para ser
manipulados y domesticados. Es verdad que en los grandes momentos de hechizo en
que los sumen las obras literarias logradas, sus vidas se enriquecen
extraordinariamente y que aquellas les deparan una exaltación que es dicha,
goce supremo. Pero, luego, cuando el hechizo se cierra con las páginas del
libro, lo que la literatura depara es una brutal comprobación: que la vida
real, la vida vivible, es infinitamente más mediocre y pobre que la vida soñada
de la literatura.
-(Mempo Giardinelli). Pienso que toda buena vocación
literaria se origina, inexorablemente, en
la lectura. Es la lectura la que
moldea al escritor. No creo que nadie decida ser escritor. Uno ama la
literatura y acaso un buen día descubre que también escribe.
De cualquier manera, como primera providencia he resuelto no
enviar ninguna obra mía a la sección de
crítica literaria de los periódicos. ¿Con qué objeto? Para que un señor
enfático entre el estorbo de dos llamadas telefónicas escriba para satisfacción
de personas honorables: “El señor Roberto Arlt persiste aferrado a un realismo
de pésimo gusto, etc. etc.”
No, no y no.
Han pasado esos tiempos. El futuro es nuestro, por
prepotencia de trabajo. Crearemos nuestra literatura, no conversando
continuamente de literatura, sino escribiendo en orgullosa soledad libros que encierran la violencia de un “cross” a
la mandíbula. Sí, un libro tras otro y “que
los eunucos bufen”. El porvenir es triunfalmente nuestro.
Nos lo hemos ganado con sudor de tinta y rechinar de dientes,
frente a la “Underwood”, que golpeamos con manos fatigadas, hora tras hora,
hora tras hora. A veces se le caía a uno la cabeza de fatiga, pero…mientras
escribo esas líneas pienso en mi próxima novela. Se titulará El amor brujo y
aparecerá en agosto del año 1932”
Milan Kundera: Privilegia la personalidad
intelectual del narrador-autor que se
manifiesta y participa en el relato a través de sus opiniones y comentarios. Ya
sea en tercera o primera persona. K quiere que el lector perciba su presencia,
que dialogue con él, que observe que él quiere descubrirle un conocimiento, que
su aparición en la trama de sus novelas induce una reflexión. K ubica el
narrador en el centro del relato. Concibe la novela como “un ensayo específicamente novelesco”…que no pretende aportar un
mensaje apodíctico (incondicionalmente cierto), sino que sigue siendo un
mensaje hipotético, lúdico, o irónico. La meditación novelesca es pues,
esencialmente, interrogativa, hipotética. Más que afirmaciones de su
pensamiento, se trata de ejercicios de
reflexión que, dependiendo del tono –provocador e irónico, en la mayoría de
los casos-, tienen como función dar peso a la novela y configurar un discurso
novelesco que le permita al lector observarse, cuestionarse y entenderse en su esencia.
Una novela es una larga pieza de prosa sintética basada en un
argumento con personajes inventados. Esos son los únicos límites. Cuando digo
sintética, me refiero al deseo del novelista de asir su tema desde todas las
perspectivas y del modo más completo posible. El ensayo irónico, la narrativa novelística, el fragmento
autobiográfico, el hecho histórico, la fantasía libre…No hay nada que la
capacidad de síntesis de la novela no logre combinar en un todo unitario, como
las voces de la música polifónica. La unidad de un libro no tiene que derivarse del argumento, porque también puede
suministrarla el tema.
(del libro Milan
Kundera y el totalitarismo kitsch, Padilla Chasing, Universidad nacional de
Colombia)
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